Para introducirnos en la etapa del Porfiriato, comprendida entre los años de 1876 y 1911, hicimos un recorrido por las calles y plazuelas del centro histórico. Recorrimos las avenidas de Madero, Tacuba y la avenida Juárez, así como algunas calles como Bolívar y 20 de noviembre. Sin duda creemos que no hay mejor manera de estudiar la historia que reviviéndola en carne y hueso, contemplando las paredes de los edificios, cuya naturaleza -aunque inerte-ha logrado reservar los ecos y voces sobre ellas transitados.
Para presentar en un panorama general a esta etapa podemos mencionar que fue un periodo de contrastes profundamente demarcados, en donde proliferó la difusión de influencia europea dentro del contexto ambiental, en el que a su vez prevalecían paisajes inundados de vicisitudes entre clases aristócratas y proletarias. En la zona central de nuestro país, remitiéndonos a esa época, se encontraba ubicado el punto focal de comercio e industrialización que sostenía la economía. Ésta última se caracterizó por la inversión de capital extranjero proveniente de Europa -principalmente de Francia- y en cuanto al ámbito político, la administración del país se vio en manos de la clase aristócrata. Así, el Porfiriato fue una época en la que se pretendió establecer una república sólida en base al financiamiento e inversión en la industrialización productiva del país, siendo un implemento muy relevante durante el periodo mismo la adaptación de un sistema de ferrocarriles, puertos y vías de comunicación. Pese al auge y refulgencia de esta urbanización derivada del incremento industrial y económico, es menester enfatizar que en las regiones ajenas al centro de la República la población carecía de los servicios necesarios para su desarrollo, vivían en condiciones infrahumanas y subsistían de las tierras que de alguna manera lograban cultivar.
Así, el centro histórico se convierte en el eco que vocifera y alude a influencias, de corrientes predilectas de la Europa del siglo XX.
Para introducirnos en el bagaje arquitectónico intrínseco de los callejones de nuestro centro histórico (Distrito Federal), mencionaremos algunos ejemplos de edificios construidos en este periodo histórico, y a partir de estos será permisible el analizar las manifestaciones y órdenes arquitectónicos empleados en sus pieles.
Palacio de Hierro
Esta construcción es la primera franquicia del Palacio de Hierro sobre nuestro país. Fue el centro de comercialización con Francia más relevante durante la etapa porfirista, ya que aquí arribaba y era vendida toda la mercancía proveniente de esta nación. Se construyó precisamente al estilo de los imponentes almacenes parisinos de moda de los años veinte, con detalles intrínsecos de las corrientes Art Déco y Art Nouveau. Es relevante conocer y enfatizar un elemento característico de esta construcción: el vitral emplomado estilo Tiffany.
Palacio de Bellas Artes
Siendo la actual sede de dos museos: el Museo del Palacio de Bellas Artes y, precisamente en un tono muy afín, el Museo Nacional de Arquitectura, es la máxima casa de la difusión y promoción del arte en nuestro país.
El proyecto en general estuvo a cargo del arquitecto italiano Adamo Boari, quien diseñó un edificio ecléctico mezclando los mismos estilos presentes en el Palacio de Hierro: Art Nouveau y Art Déco. El material de construcción más presente es el Mármol Blanco de Carrara, además de que cuenta con obras de grandes muralistas mexicanos de la talla de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, entre otros más. Sus dimensiones abarcan 52 metros hasta el espiral y 42.5 metros hasta el techo, además cuenta con 4 pisos en su constitución.
El Café Tacuba.
Fundado en 1912, este restaurante es afamado por su distinción gastronómica y cultural, es un lugar característico y predilecto del siglo XX. En él se suscitaban eventos y banquetes majestuosos: fue el recinto de las cenas a las que asistían el presidente y demás funcionarios públicos (siendo el primer presidente en frecuentarlo Porfirio Díaz); a su vez se vio frecuentado por personajes relevantísimos en nuestra cultura artística como Diego Rivera (en su boda con la novelista Guadalupe Marín) y Agustín Lara.
En cuanto a su constitución arquitectónica, podemos mencionar que si bien su fachada es relativamente simple -sólo destacan los balcones hechos de herrajes ornamentados- el interior, desde el recibimiento, es una joya ecléctica y onírica en alusión a su expresión artística. Las paredes ostentosas albergan cuadros pinturas simbólicas de nuestra nación, entre los materiales más presentes encontramos a los azulejos, cuyos patrones distinguen un ambiente efusivo, colorido y diverso a su vez destacan los vitrales policromados, digno de un recinto gastronómico de su talla.
Y a continuación mas imágenes sobre nuestra visita al zócalo
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